No debemos jugar a ser dioses, seres omnipotentes capaces de todo.

Cuanto mensaje contiene el título de esta blog y como podemos olvidarlo tan fácilmente y dejarnos llevar por la vorágine de este mundo que nos arrastra a la locura, la soledad y la desilusión. ¿Pero es realmente este mundo o somos nosotros mismos los que nos dejamos llevar y no ponemos freno a nuestras exigencias autoimpuestas, a nuestro afán de responsabilidad y de omnipotencia?, creyendo que podemos con todo lo que se nos presente y que no necesitamos, o no la pedimos para no molestar, ayuda ni apoyo.
Y forzamos tanto la máquina hasta que ésta se rompe y de repente llega el sin sentido, el no poder, la torre de legos que se cae, las piezas del puzzle que se sueltan y se desmoronan. No podemos responsabilizar a los demás, ni al mundo, quizás ni siquiera a nosotros mismos, sino a las circunstancias y lo que nos ha conducido a ellas. El miedo al rechazo, las ilusiones no cumplidas, los esfuerzos no recompensados, las enfermedades sin previo aviso, la incomprensión, el miedo al error y al tiempo que pasa y que no se detiene por nada ni por nadie.
Y entonces llega el momento en el que no paras tú, no tu mente, sino tu cuerpo que somatiza, que enferma y dice no doy ni un paso más. Y de repente todo te da igual, porque si tu interior no funciona todo lo demás deja de importar y no queda más que dejarte llevar y pedir ayuda, si lo que realmente quieres es mejorar, recuperar tu personalidad, tu persona y tu libertad. Porque cuando llegamos a este punto, estás falto de ella, estás encarcelado en tus frustraciones, tus miedos y tu profunda tristeza y desesperanza y no sabes cómo salir de ella, y lo único que te deja entrever, la poca lucidez crítica que te queda, es que debes pedir ayuda, y que si te dejas ayudar probablemente encuentres el equilibrio perdido y añorado.